El cruce del Paso Agua Negra fue la experiencia más rica de mi vida. A medida que subimos, nos sentimos más conectados con la naturaleza, que suavemente se altera y a cada curva se mostra de una manera diferente, presentando transiciones de geografía, vegetación y fauna que son perfectamente percibidos para el cicloviajero, por su baja velocidad y por el contacto directo con el ambiente. Pedalear despacio hasta la cumbre de los Andes proporcionó sensaciones intensas. Pasar todo el día en contacto con el lugar, dormir en el camino, despertar el otro día y seguir hasta dormir en el camino de nuevo nos proporciona un vínculo fuerte con el lugar donde estamos. Admirar la perfecta unión de los cerros muticolores contrastando con el azul vibrante del cielo por el día, vagar por la profundidad del cielo estrellado por la noche, tomar agua helada, pura y cristalina de las vertientes, vivir un poco con nativos en los pueblitos y majadas, conquistar cada metro con su esfuerzo, son recompensas increíbles para los que sufren pedaleando por el rípio en altitud hasta los 4.750msnm. Cuanto más alto estábamos, más difícil fuera pedalear, pero yo no quería que terminase. Quando llegamos a la cumbre, sentime como parte de todo camino que recorrimos y estaba seguro que era allí que quería estar...
